domingo, 21 de mayo de 2017

Cuento fantastico: Los Otros

Ian Wright, 3°                                             

Los Otros
Nos teníamos que mudar, ya que estaba harto de vivir con mi suegra. Todos los días lo mismo: peleas, insultos, malhumor, etc.
 Mi esposa Lucía y yo nos mudamos. Nunca me animé a vivir en un campo, pero ella siempre quiso vivir ahí. Llegamos a la casa, nos encantó, nunca habíamos visto una casa tan cuidada y reluciente. La señora que nos la quería vender se notaba ansiosa y a la vez nerviosa, pero no le hice caso: la casa por adentro estaba bien cuidada y lo mejor es que estábamos en una zona tranquila, sin vecinos, sin que pasaran autos a cada minuto y, sobre todo: sin mi suegra. La compramos y llevamos todas nuestras cosas para allá.
Primer día
Yo era un escritor, todo el día estaba en mi oficina, y eso a Lucía le molestaba, pero ese día me convenció para que saliéramos a pasear.
Eran las diez de la mañana. Apenas salimos ella recordó haberse olvidado su teléfono. Fue a buscarlo y yo me quedé esperándola afuera; me senté en la silla de la entrada. Enfrente de mi casa había una hamaca, que está ahí porque, según nos contó la dueña, previo a la compra de la casa, había sido una escuela. Antes de que Lucia volviera, miré hacia a la hamaca: se estaba moviendo. Me levanté y fui a buscar a mi esposa. Cuando la traje a la entrada, la hamaca ya no se movía, ella no me creyó y pensó que le estaba haciendo un chiste, y no me creyó.
Segundo día
No tenía ganas de hacer nada, Lucía se había ido al cumpleaños de una amiga. Estaba aburrido, así que me puse a calentar la pava para hacerme un té. La puse en la hornalla, me fui al living y me quedé dormido en el sofá. Cuando desperté, fui a sacar la pava que estaba haciendo un chillido insoportable. Mientras tomaba el té, por la ventana vi a un niño hamacándose frente a mí, él me miraba fijamente, me asusté. Salí y le pregunté:
                     -Hola, ¿cómo te llamás? Yo vivo en esta casa
                     -Cuarto día, cuarto día, cuarto día….- decía el niño muy serio.
                    -¿Cómo? No entiendo…
Estaba confundido, no entendía lo que me quería decir así que me fui para mi casa a dormir.
Tercer día
Este día fue normal, Lucía estaba enferma, así que se quedó en casa acostada. Yo fui a lo de mi hermano porque era su cumpleaños.
Cuarto día
Me quedé a dormir en lo de mi hermano. Cuando me desperté, tenía cuatro llamadas de Lucia: me fui lo más rápido que pude para casa. Como llamaba a Lucía y no me contestaba, subí a su cuarto y la encontré acostada, pálida y mirándome fijamente. Me decía lo mismo que el niño: “Cuarto día”. Miré para atrás y vi al niño en la puerta que me miraba y cuando me di vuelta, Lucía estaba enfrente de mí. De repente, me había mordido el brazo izquierdo y me desmayé por el dolor.
Al día siguiente, desperté en la cama donde estaba acostada Lucía, la busqué, pero jamás la encontré; al igual que al niño del otro día.
Fui a decirle a la dueña de la casa lo que me había pasado esos días y me dijo que le ocurrió lo mismo en esa casa cuatro días antes.